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Equilibra tus historias 1: Los diálogos


Hola, amigos escritores. Os dejo dos conversaciones para que las estudiéis antes de comenzar con el artículo didáctico:


Conversación A
—¿Te vienes?
—¿Adónde?
—Al fin del mundo.
—¿Contigo?
—Sí.
—Ni lo sueñes.

Conversación B
—Me pregunto... —Pedro temblaba como un flan, había llegado el momento de sacar sus sentimientos pero el miedo al rechazo atenazaba su estómago— ...si querrías venir.
—No te comprendo, ¿ir? ¿Ir hacia dónde? —Marta, aún algo despistada, no parecía ser consciente del mensaje que su compañero le lanzaba con la mirada.
—Bueno..., ya sabes. Al viaje sin retorno, a donde nos depare el futuro. Pensaba..., pensaba que ya te habías dado cuenta de...
Marta ahogó un grito de sorpresa, aquello la había sacado de su ensimismamiento para darle una bofetada de realidad que no esperaba.
—¡Oh, Dios mío! No sabía... no imaginaba que tú...
—Bueno, ¿qué contestas?—. Pedro casi no respiraba. Los sentimientos que habían ido creciendo en su interior se mostraban expectantes ante la decisión de la chica.
—Me siento muy halagada, en serio, pero creo que no es el momento de iniciar una relación. Eres un chico muy mono y me tratas muy bien, pero... bueno, ya sabes.


Ahora el análisis de las dos conversaciones.

Habréis apreciado que tienen el mismo mensaje y muestran el mismo diálogo, incluso en el número de intervenciones (y orden de las mismas) de los dos protagonistas. En realidad son dos formas diferentes de mostrar lo mismo. Las dos conversaciones valen para cualquier historia sobre cualquier género literario, aunque no valen las dos para el mismo momento de la historia. De eso va este artículo.
Uno de los fallos típicos de escritores noveles es el de no saber equilibrar el ritmo de la historia, pasando de una escena de acción frenética a un diálogo soporífero (Conversación B) que frena en seco y hace dormir al lector. O acabas de hacer una descripción de un lugar o una persona, usando varios párrafos y recreándote en los detalles, cuando, de repente, añades una conversación rápida (A) que acelera la lectura ante la sorpresa del lector; precipitando en exceso la información.
Lograr que el texto vaya fluido y que el lector asimile tu historia de forma lineal es difícil pero no imposible, con práctica y algo de formación se consigue. Recuerda que tú eres el creador de la realidad alternativa que supone tu relato o novela, eres el que fabrica los escenarios, los personajes, las sensaciones, la acción, los diálogos..., todo. Así que puedes imponerle el ritmo que desees a toda la historia o a cada uno de sus capítulos sabiendo usar las herramientas de que dispones: las palabras.
Realizaré algunos artículos más con ejemplos de cómo equilibrar el ritmo, en esas ocasiones me centraré en las descripciones y en la acción narrada.

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